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¿Qué busca la OMC en Buenos Aires?

El gobierno argentino busca convertir a nuestro país en la sede del relanzamiento de la OMC en esta nueva fase de liberalización. La consecuencia es la cesión de soberanía y pérdida de control sobre normas laborales, medioambientales y políticas públicas, poniendo en riesgo los derechos más básicos de los pueblos como la salud, la educación, la libertad de expresión, la protección de datos o el derecho a un ambiente sano. Diversas organizaciones se están nucleando alrededor de la Asamblea Argentina Mejor sin TLC para que ocurra lo opuesto: que los derechos humanos primen sobre los derechos corporativos.

Por Mariano Treacy * y Francisco Cantamutto **, en Página/12, 31 de Julio de 2017

La Organización Mundial del Comercio (OMC) es el foro multilateral de comercio más importante, nacido para reemplazar al Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT). Su objetivo consiste en que «el comercio se desarrolle de la manera más fluida, previsible y libre que sea posible», para lo cual promueve la eliminación de barreras arancelarias y no arancelarias, estableciendo acuerdos entre países y mecanismos de resolución de controversias. En otras palabras, la OMC ha promovido la liberalización del comercio a escala mundial bajo sus propias reglas.
Si bien en la OMC cada país tiene un voto (a diferencia del FMI y el BM, donde los votos pesan según los aportes), las discusiones en su seno no son democráticas ni transparentes, sino que expresan las tensiones existentes en la esfera internacional. En realidad, en la OMC se ven representados indirectamente los intereses de las corporaciones más grandes del mundo, que operan mediante presiones a sus respectivos estados nacionales. Como resultado de estas asimetrías, la liberalización y desregulación de mercados se impusieron históricamente frente a las necesidades de desarrollo, sostenibilidad y precaución de los países periféricos. Por estos motivos, en las protestas de Seattle en 1999 confluyeron organizaciones sindicales, ambientales y ONGs con un acuerdo básico: la globalización promovida por la OMC no ha sido en beneficio de nuestros pueblos.
La parálisis de la OMC
Ante la pérdida de legitimidad, la OMC buscó incorporar temas a su agenda. La Ronda de Doha (2001-2015) se propuso incorporar temas del “desarrollo”, otorgando a los países menos aventajados herramientas para acceder a los mercados, reglas balanceadas, asistencia técnica y programas para mejorar sus capacidades. A pesar de sus declaraciones, la preocupación para los países centrales era incorporar “nuevos temas comerciales” a la agenda del libre comercio, como el acceso a mercados, los servicios (finanzas, telecomunicaciones, transporte, salud, educación y servicios públicos), el comercio electrónico o los derechos de propiedad intelectual. El debate sobre el proteccionismo en los mercados agrícolas y de bienes industriales tensó las posiciones, impidió llegar a un acuerdo e hizo naufragar las negociaciones.
Con el fracaso de la Ronda de Doha, el multilateralismo en la OMC dejó de ser la principal estrategia de liberalización comercial, dejándole el lugar a los conocidos Acuerdos Comerciales Preferenciales (ACP) o Tratados de Libre Comercio (TLC), enfatizando las negociaciones bilaterales. Estados Unidos desplegó una táctica de este tipo en especial en América Latina y el Caribe, tras el rechazo al ALCA en 2005. Sin embargo, el ascenso de China como potencia global obligó a redefinir su estrategia geopolítica global a través de iniciativas de acuerdos megarregionales: el Tratado Trans-Pacífico (TPP), la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) y el Acuerdo General de Comercio de Servicios (TISA). Todos estos acuerdos, impulsados por el gobierno de Obama, se negociaron en secreto, incluso a espaldas de los congresos de los países firmantes.
¿El retorno de la OMC en Buenos Aires?
La victoria de Trump y el “Brexit” alteraron el escenario de la geopolítica mundial. El nuevo presidente estadounidense hizo a un lado el TPP y el TTIP, para buscar volver a negociaciones bilaterales. La Unión Europea pudo avanzar en la negociación de algunas propuestas ya iniciadas (el tratado con Canadá –CETA- o el TLC con el MERCOSUR) pero su crisis dificultó nuevas iniciativas.
En la actualidad, los acuerdos entre las grandes potencias se están redefiniendo, y no está claro cuál será el nuevo orden global. En este contexto, la OMC vuelve a tener un rol significativo como un foro privilegiado para las negociaciones multilaterales, retomando la agenda “trunca” que las transnacionales habían impulsado en los acuerdos megarregionales y los TLC. Lo que está sobre la mesa es la reglamentación de los “nuevos temas comerciales”, muchos de ellos sin regulaciones específicas en los espacios nacionales.
El gobierno argentino busca convertir a nuestro país en la sede del relanzamiento de la OMC en esta nueva fase de liberalización. La consecuencia es la cesión de soberanía y pérdida de control sobre normas laborales, medioambientales y políticas públicas, poniendo en riesgo los derechos más básicos de los pueblos como la salud, la educación, la libertad de expresión, la protección de datos o el derecho a un ambiente sano. Diversas organizaciones se están nucleando alrededor de la Asamblea Argentina Mejor sin TLC para que ocurra lo opuesto: que los derechos humanos primen sobre los derechos corporativos.
*Investigador-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) e integrante de la Sociedad de Economía Crítica (SEC)
** Investigador IDAES-CONICET e integrante de la Sociedad de Economía Crítica (SEC)