SEC en los medios

Marx en la formación de las y los economistas

“Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante; y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra.”
Rodolfo Walsh

Por Mariano Féliz para La tinta, 18 de septiembre de 2017

La economía política nació como expresión de la consolidación del capitalismo como forma social de producción dominante. Sus primeros desarrollos (en los siglos XVIII y XIX en la pluma de Adam Smith y David Ricardo, entre otrxs) pretendieron dar cuenta del ascenso de una forma de producción de riqueza basada centralmente en el trabajo humano y la mercantilización de lo social. Esos primeros aportes fueron esenciales para la comprensión de las bases de una nueva modalidad de existencia de la vida humana.

Sin embargo, esos primeros pensadores no pudieron superar los límites de su propia parcialidad como intelectuales orgánicos de la burguesía en ascenso. Le cupo a Carlos Marx radicalizar las conclusiones de lxs economistas clásicos y proyectar un pensamiento crítico sobre el capitalismo emergente, ahora desde el punto de vista de las clases populares. Una obra extensa alcanzó un punto alto, aunque no el único, en la publicación del primer tomo de El Capital, hace ya 150 años.

Ese pensamiento propone desnaturalizar la dinámica societal capitalista, desarticulando las apariencias nacidas del proceso de abstracción del trabajo. De esa manera, la obra de Marx -una verdadera crítica de la economía política- aportó elementos clave para entender la verdadera naturaleza del sistema así como para construir una estrategia para su superación radical. El marxismo comprendió que la forma del trabajo en el capitalismo (trabajo alienado, no libre) era clave para comprender la totalidad social y que la lucha contra todas las formas y fundamentos del trabajo no libre eran la clave para el cambio social radical, para la construcción de una nueva sociedad. Este pensamiento no nació simplemente de la mente de Marx sino fue el resultado de la síntesis teórica (naturalmente, parcial e incompleta) que él realizó ante el auge de las luchas del pueblo en aquellos años, cuyo pico estuvo -tal vez- en las jornadas de la Comuna de París de 1871.

Frente a la amenaza del pueblo trabajador en lucha y sus intelectuales orgánicos (de los cuales Marx fue uno de lxs mejores), el pensamiento dominante debió construir una nueva conceptualización del mundo que negara los orígenes clásicos de la ciencia económica burguesa, pero permitiera disputar al marxismo la comprensión científica de la sociedad. El surgimiento de la que hoy conocemos como corriente liberal/neoclásica (en las obras de Jevons, Walras y Pareto, entre tantxs otrxs), vino a producir un conocimiento sobre la dinámica societal apoyado en un nuevo terreno (individualismo subjetivista) cuya principal limitación sería su carácter apologético y a-histórico. Su incapacidad de dar cuenta de la historicidad, no-neutralidad y conflictividad de las categorías de la economía política han sido desde entonces sus principales limitaciones.

En el siglo XX el keynesianismo nació como reacción interna a la crisis del liberalismo para comprender la gran crisis de los años treinta y para enfrentar los efectos políticos de la revolución rusa de 1917. La paradoja era que la mirada anti-historicista de la obra keynesiana respecto de la existencia del capitalismo no podía -no puede- captar la mortalidad del mismo cuando se hace evidente (como posibilidad) en la crisis. El keynesianismo se mantuvo como pensamiento de alternancia sistémica, como salvaguarda frente al conflicto social que la crisis hacía evidente. En América Latina, el desarrollismo estructuralista se convirtió en la expresión de esa alternancia entre el puntal conceptual para el capitalismo en crisis (liberalismo neoclásico) y el capitalismo en expansión. La irrupción de las clases populares en los años 1940 y 1950 fue la piedra de toque de esas nuevas aproximaciones analítico-políticas.

En ese mismo proceso, la crítica de la economía política, con base en el marxismo, se fue nutriendo de los debates políticos y teóricos de cada época y territorio. En América Latina se reconfiguró primero como teoría marxista de la dependencia, con Ruy Mauro Marini y Vania Bambirra entre sus mejores exponentes, impregnada del impacto de las revoluciones populares en toda la periferia del mundo y el ascenso de las luchas sociales.

La reconstrucción regional de la crítica a la economía política permitió incorporar nuevos elementos al debate, articulando una crítica a los límites de la industrialización periférica con conceptos nuevos como la idea de la superexplotación de la fuerza de trabajo. Sin embargo, permanecieron -por la mayor parte- dentro de un cierto paradigma productivista/extractivista/patriarcal.

La crisis capitalista de los setenta y ochenta abrió para esa crítica una mirada de nuevos aportes. La recomposición política del pueblo trabajador, y la emergencia y consolidación, en todas las regiones del mundo, de movimientos campesinos, de feministas y de mujeres, de comunidades originarias, de las y los trabajadores expulsados, crecientemente precarizados, etc., abrieron todo un campo de lucha que iluminó un nuevo comienzo para la crítica de la economía política.

Se multiplicaron los cruces e intersecciones conceptuales y prácticas que pudieron comprender la naturaleza integral de la articulación entre el capitalismo, el patriarcado, el extractivismo, el racismo y la modernidad. Se configuró una nueva perspectiva analítica más abierta, múltiple y diversa, que imbuida de las nuevas formas de las luchas del pueblo comenzó a construir un nuevo pensamiento crítico, capaz de aportar elementos a la transformación radical de la sociedad, para construir un nuevo mundo en el que quepan todos los mundos.


De lo dicho, nos parece fundamental comprender que la crítica de la economía política debe ser la base de la formación de las y los economistas. Sin esa capacidad de historizar el pensamiento, entendido como atravesado por las luchas sociales (y no producto del mero devenir de las ideas), sin la posibilidad de proyectar un pensamiento crítico transformador de las relaciones sociales, lxs economistas sólo pueden tener razonamiento formal, apologético del estado del mundo, incapaces de entenderlo y menos de aportar a su transformación sustantiva.


Esa forma de pensar superficial, naturalizadora del mundo, es el que prima en los discursos y la formación mayoritaria en las universidades de nuestro país y el mundo. Sea neoliberal o desarrollista/keynesiano, esas modalidades de comprensión del mundo son incapaces de transformarlo pues no logran comprender la constitución social de la teoría y la inmanencia de la praxis (la lucha) como parte constitutiva de aquella. Sin ese fundamento práctico-crítico, la teoría y su crítica sólo sirven a la recurrente reproducción de un mundo sostenido en la opresión y explotación generalizada de los cuerpos, los territorios, la naturaleza. Poner un freno a esa forma de ser del mundo y contribuir a una nueva configuración de la producción y reproducción social con eje en la vida debe ser el fundamento de la formación y praxis de lxs economistas políticxs.

*Por Mariano Féliz para La tinta.


Dr. en Economía y Dr. en Ciencias Sociales, investigador CONICET, profesor UNLP, integrante de la Sociedad de Economía Crítica, militante en el Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional.